jueves, 29 de enero de 2015


SIMILITUDES

 

Los dos teníamos la misma manera de mirar, con los ojos secos de llorar desengaños, como dudando… Nuestras manos se rozaban con cansancio, sin la fuerza que le robaron otras manos ladronas de ilusión. Los pasos lentos, la voz apagada. Náufragos buscando desorientados la orilla. No siempre es un momento alegre el encuentro de dos almas gemelas..

sábado, 18 de junio de 2011

La Carta (primera parte)

Extendió la mano mientras miraba la profundidad de los ojos de él. Sintió el sobre que suavemente le depositó en la palma, con una frase corta: “Lo mismo que vos pensás, pero en mi idioma”.
Y se quedó tan sorprendida que ni siquiera pudo detenerlo cuando lo vió partir con paso firme y rápido. “Para esto me llamaste?” pensó mientras buscaba un banco vacío en esa placita llena de juegos y niños.
Hacía ya mucho tiempo que no leía una carta escrita de forma tradicional, en papel y con una lapicera. Era doblemente extraño haberla recibido de alguien con quien durante meses habían intercambiado mails. Hace menos de un año él era sólo un nombre dentro de una red social a la que ella había entrado por curiosidad y aburrimiento. Ni una foto, sólo esas frases ingeniosas que todos los días la hacían volver con renovado interés, y ese nombre singular que la desconcertaba.
Hasta había recurrido al diccionario para saber si “pantagruélico” era una palabra real. Curiosidad, y más curiosidad…. A qué tipo alocado se le ocurriría llamarse “Pantagruélico”? Sabría él lo que significaba?
Y así, con los saludos de siempre, y las preguntas de rutina, en poco tiempo se formó una amistad tan simple como estrecha.
Los mismos horarios, los gustos similares… Esas coincidencias que como piezas de un rompecabezas fueron armando una historia. Y luego las confidencias y las expresiones cada vez más cariñosas. Y de ahí la necesidad de la cercanía… ya no bastaban las palabras, las expresiones que por más intensas que fueran eran simples letras en un monitor. Las llamadas de teléfono, la voz tranquila que sabía darle los buenos días cada mañana y ya no desde un chat.
El encuentro, las miradas, las manos tan apretadas que no se podía saber cuál era de quién…
Todo, todo eso parecía derrumbarse de golpe, así tan simple como empezó. Y la carta…. Jugueteó un rato con el sobre entre los dedos, no quería abrirla…. En el mismo espacio de su corazón, el miedo y el amor se disputaban un lugar.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Fragilidad

Quedate aquí, yo te cuido... te escondo... te rodeo de colores inventados... te traigo un poquito de aire de vez en cuando...

Te muestro paisajes y te cuento historias, te entretengo con detalles que ni sé si serán ciertos.

No te muevas... no hace falta que te estires, no recuerdes, no pienses, no sientas... no sufras!

Espera, no te asomes... no ves que podrías hacerte daño?! no escuches..., no entiendas..., no respondas esa mirada!

Vuelve!! vuelve CORAZÓN! no te lances al vacío de nuevo! NO VUELVAS A ENAMORARTE...!

Reencuentro


No hacía falta aclarar nada, él estaba ahí. Después de tantos años y de tantas veces de escuchar “un día que ande por ahí paso”, por fin estaba en la puerta.

Su voz en el celular sonaba tan enérgica y firme como siempre “estoy frente a tu casa”. Nervios, alegría, miedo… cuantas sensaciones juntas tan conocidas pero casi olvidadas.

No hacía falta decir mucho, ese abrazo, ese beso en la mejilla como un respetuoso saludo de amigos que no se han visto en años. Y en la mirada esas preguntas que ella  quería hacer y no se atrevía: “te acordás? Ahora qué sentís?” Y no hacían falta, él estaba ahí, cerca.

Qué mejor manera de convencerse que era real, que todos esos recuerdos no habían sido fruto de su imaginación. Cuántas veces en silencio había llorado esa ausencia que ella misma provocó. No podía creer que aún cada gesto y cada mirada resultaran tan familiares.

La conversación esperada, “qué hiciste?” ; “tenés fotos de tu familia?”;“qué bien!” ;“me alegro”; y esas ganas de gritar el arrepentimiento que durante años había transformado su vida en una experiencia dura, triste, vacía…

Ella se sentía feliz de verlo nuevamente, qué breve son los minutos cuando llevan tanta dicha. Sólo faltó el beso, ese beso que sus labios no se atrevieron a pedir, ese beso que hubiese despertado todo el deseo que estaba aprisionado bajo un bloque grueso y frío.

Y la partida, con ese paso tan propio de su chispeante personalidad. El gesto con la mano, la sonrisa amplia… y en su mente la frase tan repetida “Bendito ICQ”.

miércoles, 27 de abril de 2011

Zapatillas

Hoy me acordé de tus zapatillas oscuras… esas que usabas cuando salíamos a caminar y que nunca supe si eran negras o azules.
Yo las miraba como distante cuando nos sentábamos bajo algún árbol. Vos extendías las piernas y las cruzabas, empezabas a mover  la punta del pie izquierdo rítmicamente mientras me contabas cosas que yo escuchaba encantada. Mi mano abandonada a las caricias de las tuyas, suelta y totalmente entregada, con la misma confianza con que apoyaba mi cabeza en tu hombro y te escuchaba, mientras… miraba tus zapatillas.
El tiempo fue pasando y las zapatillas oscuras fueron reemplazadas por unas blancas, luego otras y otras … Con la lógica natural de las cosas que se gastan por el uso y el paso  del tiempo. Nunca perdiste la costumbre de mover el pie de un lado a otro mientras hablabas y siempre mi mano apretada entre las tuyas mientras te escuchaba.
Las caminatas más breves, los pasos más lentos… las zapatillas más gastadas y nuestras manos más arrugadas…
Hoy como todas las mañanas miré tu foto, cebé unos mates que tomé a solas y me acordé de las zapatillas oscuras… Hoy te extraño más.

martes, 26 de abril de 2011

A primera vista

         Te miré, me miraste, hubo una chispa de atracción y nos sonreímos.
           El conductor de aquel auto giró su rostro impactado por tu sonrisa y no me vio…
           Hoy morí por amor.

Instante y despedida

Y al abrir los ojos , húmedos aún por el llanto, comprendí que te marchabas definitivamente.
Ya no tuve fuerzas para llamarte, y pronuncié tu nombre sólo en mis pensamientos.
 Lo sorprendente y casi inaceptable  fue, que  al mirarte a la cara supe, que hacía mucho tiempo que te había dejado ir.