miércoles, 4 de mayo de 2011

Reencuentro


No hacía falta aclarar nada, él estaba ahí. Después de tantos años y de tantas veces de escuchar “un día que ande por ahí paso”, por fin estaba en la puerta.

Su voz en el celular sonaba tan enérgica y firme como siempre “estoy frente a tu casa”. Nervios, alegría, miedo… cuantas sensaciones juntas tan conocidas pero casi olvidadas.

No hacía falta decir mucho, ese abrazo, ese beso en la mejilla como un respetuoso saludo de amigos que no se han visto en años. Y en la mirada esas preguntas que ella  quería hacer y no se atrevía: “te acordás? Ahora qué sentís?” Y no hacían falta, él estaba ahí, cerca.

Qué mejor manera de convencerse que era real, que todos esos recuerdos no habían sido fruto de su imaginación. Cuántas veces en silencio había llorado esa ausencia que ella misma provocó. No podía creer que aún cada gesto y cada mirada resultaran tan familiares.

La conversación esperada, “qué hiciste?” ; “tenés fotos de tu familia?”;“qué bien!” ;“me alegro”; y esas ganas de gritar el arrepentimiento que durante años había transformado su vida en una experiencia dura, triste, vacía…

Ella se sentía feliz de verlo nuevamente, qué breve son los minutos cuando llevan tanta dicha. Sólo faltó el beso, ese beso que sus labios no se atrevieron a pedir, ese beso que hubiese despertado todo el deseo que estaba aprisionado bajo un bloque grueso y frío.

Y la partida, con ese paso tan propio de su chispeante personalidad. El gesto con la mano, la sonrisa amplia… y en su mente la frase tan repetida “Bendito ICQ”.

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