El Despecho y la Venganza decidieron reunirse ese día muy temprano. Unas horas sin trabajar para dedicarlo a organizarse no afectaría para nada el funcionamiento del mundo.
Hacía tiempo que se consideraban socios. A pesar de que nunca habían trabajado juntos, ni siquiera se habían hablado. Cuando el Despecho se marchaba, luego de realizar su labor, casi siempre llegaba la Venganza para terminar la tarea. Tácitamente eran socios. Cada uno recogía las ganancias que le tocaban y simplemente se cruzaban y se miraban de reojo cuando uno se marchaba a la llegada del otro.
Pero ese día, el Despecho se dio cuenta de que no tenía más lugar para guardar todo lo que durante siglos había acumulado, y decidió que la Venganza , que poseía más o menos la misma clase de bienes, podía ayudarle a reorganizar, hasta quizá correspondía que se llevara algo ella…
Decidieron un lugar común en el valle de la Desolación para llevar todas las cosas y ver cómo sería el reparto. Eran tantas y tan pesadas que necesitaron de la ayuda de los Malos Recuerdos que siempre estaban a su servicio, para transportar todo.
Y ahí estaban: toneladas de dolores de cabeza y gritos; millones de insultos y reproches; barriles llenos de lágrimas de hombres y mujeres, sin clasificar porque en definitiva eran exactamente iguales. Un cúmulo gris de malos humores, una montaña de miradas endurecidas y más allá emociones retorcidas y en permanente ebullición que parecían enroscarse y girar. Todo ahí, a la vista y despidiendo un olor ácido y denso.
Cuando el Despecho y la Venganza vieron que sus ganancias eran similares y abundantes se miraron y empezaron a pensar dónde ponerlas. Primero quisieron dividirlas en partes iguales y cada uno decidiera sobre lo suyo. Se dieron cuenta que igualmente ninguno tenía dónde poner tanto y que les quedara espacio para más. Pasaron horas y horas ideando, moviendo, repartiendo, y reacomodando y volvían a encontrarse frente al mismo desorden.
Cuando anocheció, y quizá por el cansancio y la resignación, decidieron que era hora de acudir al Perdón, en definitiva era el único en todo ese territorio que había descubierto como hacer funcionar una planta recicladora.